"Tenían orden de disparar..." Una crónica de humillación y abuso

"Tenían orden de disparar..."


Una crónica de humillación y abuso



El lunes 5 de diciembre los funcionarios del Parque Zoológico y Jardín Botánico Simón Bolivar vieron atropellada su dignidad y derechos civiles bajo la excusa del cumplimiento de una orden administrativa para trasladar al león Kivú. Cuerpos de policía represiva del OIJ, GAO y DUE, además de Policía Administrativa y de Tránsito, redujeron –con armas automáticas y permiso de disparar- a las personas que ahí laboraban. Afuera, un show mediático transmitía en vivo.





Parecía que venían a sacar un maleante de los bravos, algo exagerado”


E.M.


 

Sin aviso


Apenas comenzaba el lunes, que parecía transcurrir de manera tranquila, cuando algunos compañeros se percataron del inicio de un fuerte despliegue de la Policía de Tránsito en las cercanías del parque. Una patrulla se acercó a la entrada e indicó que llegaban para apoyar en el operativo de traslado del león.


En ese momento se encendieron las alarmas entre algunos funcionarios a cargo. Por supuesto, nadie había sido informado de la acción y los sentimientos de angustia y duda afloraron.


Cerca de las 8:30 a.m. personas del Ministerio de Ambiente y Energía entraron al zoológico a dejar un documento, indicando -en tono sarcástico- que ellos venían solos. Con su salida comenzó la pe­sadilla.


Los oficiales indicaron que el zoológico había sido tomado”


A.H.


Faltaban unos minutos para las 9:00 a.m. cuando dos de nuestros funcionarios se aproximaban al parque en carro. Ellos fueron interceptados por los oficiales de tránsito y de fuerzas especiales quienes les revisaron y requisaron el vehículo hasta el más mínimo detalle (¡al extremo de revisar hasta si la presión del extintor era la correcta!); luego de más de 20 minutos de retención injustificada no tuvieron más remedio que dejarlos entrar a las instalaciones.


Según dieron amplia cuenta los medios de comunicación ese día, más de 15 oficiales motorizados del Tránsito estaban a las afueras del parque. Además, se observaban varias patrullas de la Fuerza Pública y oficiales de las policías de élite (GAO y DUE).


Tal y como sucede con los operativos contra narcotraficantes y delincuentes muy peligrosos, un contingente de medios de comunicación y cámaras de todo tipo y tamaño fueron invitados y esperaban el inicio del espectáculo. Al menos no los dejaron entrar al zoológico.


Las fuerzas armadas ingresaron al parque junto con oficiales del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) vestidos de civiles. Entraron sin registrarse en la boletería, a pesar de que se les solicitó con amabilidad anotarse para los controles institucionales.


Estas personas se adentraron gritando y corriendo por el parque, cerrando los perímetros e impidiendo que las personas “de camisa azul” pudieran seguir circulando (los funcionarios de la Fundación Pro Zoológicos). Indicaron a viva voz que se trataba de un hallanamiento judicial (a pesar de que en ningún momento mostraron ningún tipo de papel u orden de un juez) y que el parque había sido tomado por las autoridades.


Me amedrentó con una placa que ni siquiera pude leer, al decirle mi nombre me dijo que ya sabía perfectamente quién era”


C.F.


Los oficiales del OIJ mostraron unos breves segundos sus placas a los funcionarios de la Fundación ahí presentes mientras los amedrentaban, e indicaron que no estaban en la obligación de anotarse, que debían restringirse todos los empleados a ciertas zonas del parque, que no podían caminar por la institución. Al ver a algunos compañeros tomando fotos con sus teléfonos celulares les indicaron de manera prepotente que estaba completamente prohibido.


Exigieron que se abriera el portón de vehículos, lo que fue acatado por nuestros trabajadores sin mayor problema y de inmediato atravesaron una patrulla frente a la boletería para que nadie entrara ni saliera del parque. Un visitante que estaba antes de la ocupación se retiró con gran molestia porque no pudo ver nada. El parque era acordonado con cinta amarilla cuando llegó el segundo contingente... los “expertos”.


Es un mal recuerdo. La impotencia de ver tantos policías rodeándonos con armas”


K.V.


Angustia y Terror

El abuso de poder continuó contra los trabajadores de campo. Los que estaban limpiando recintos cerca del espacio del león tuvieron que dejar sus implementos tirados e irse a refugiar a la entrada de la casona administrativa. El encargado del cuidado de los jardines no pudo continuar su labor, los oficiales de la Fuerza Pública y del GAO, portando varias armas de fuego cada uno, obligaron a todos los funcionarios a agruparse a dos zonas: la casona administrativa y el aula de educación ambiental.


La tensión empezó a causar efecto en los compañeros que realizaban tranquilamente sus labores diarias: miedo, frustración, impotencia, llanto y desconsuelo; la duda de no saber qué estaba pasando y por qué motivo fuerzas militares ingresaron con armas automáticas para someter a trabajadores honestos y humildes, cuya labor es cuidar animales y plantas.


Me sentí como una criminal, fue un momento demasiado intenso,


parecía un secuestro”


G.F.


Sin embargo, la humillación continuó mientras permanecíamos arrinconados y amenazados, cual si fuéramos peligrosos delincuentes, narcotraficantes o terroristas. A pesar de eso todos los compañeros obedecieron las exigencias abusivas de los oficiales de quedarnos al margen. No se podía ver los procedimientos que seguían, ni siquiera despedirse del león: otra víctima de todo este circo mediático.

Un ejército de “expertos” ingresó al parque para llevarse al león. Cerca de 20 personas de distintas instituciones, mientras los trabajadores estabamos reducidos a la impotencia a las afueras de la casa administrativa. Se trataba de médicos veterinarios, biólogos y guardaparques, según indicaron; así como los oficiales del OIJ que, de nuevo, prohibieron tomar fotos o videos.


Llegaron otras personas que no parecían oficiales uniformados, sino funcionarios de las instituciones con chalecos de colores y letras impresas en computadora que decían “Seguridad” y “Alimentación”, pero con ínfulas de generales de un ejército, dando órdenes y amedrentando a los funcionarios, burlándose de las preguntas que se les hacían.


Fue impresionante ver a los compañeros llorando asustados”


F.R.


Rugidos de frustración

Casi tres horas tardaron los “expertos” en dormir al león. No lo vimos, pero lo pudimos escuchar rugiendo fuertemente angustiado en cuatro oportunidades a lo largo de la mañana. Prueba de que las cosas no estaban saliendo nada bien. La espera se hacía eterna, no podíamos ni íbamos a hacer nada más.


Algunos oficiales nos dijeron amablemente que ellos ignoraban a lo que venían, que los habían solicitado y tenían órdenes de disparar si los trabajadores ofrecíamos resistencia, porque se les había informado que había un 50 por ciento de posibilidades de que no dejáramos salir vivo a Kivú. Mas admitieron que éramos personas tranquilas y que no entendían la razón de tanto despliegue.


Solo una mente enferma podría pensar que una institución que se ha esmerado durante 18 años por cuidar a un animal tan emblemático va a querer matarlo en un momento así.


Pasé un día muy feo. ¿Por qué había tantas cámaras?


No había necesidad de tanto alboroto”


M.L.


El león rugía de nuevo, estaba sufriendo y eso era evidente. Los trabajadores también sufríamos ante la impotencia de no poder ni siquiera movernos de los sitios a los que habíamos sido reducidos.


Los medios de prensa de corte amarillista siguieron el espectáculo hasta el zoológico privado donde fue enviado. Muchos se atrevieron a decir que el león ya había salido del parque, para hacer más grande el show.


Tras un largo silencio pudimos comprender que Kivú ya estaba dormido, y que su traslado sería inminente, aunque pudo haber muerto también, y eso nos llenó de tristeza, al menos lo veríamos por última vez, según se nos había prometido.


No es justo que no nos dejaran ver al león para despedirnos”


G.A.


Tampoco eso fue posible, otra burla más. El pick up donde lo transportaron pasó rápidamente frente a la casa administrativa, algunos trataron de tomarle fotos a quien por tantos años fuera su amigo Kivú. Pero las personas de seguridad de chalecos coloridos los obligaron a borrarlas tras solicitar la presencia de cuatro oficiales de la fuerza pública -que no llegaron- para requisar celulares, cámaras y computadoras. Además, también amenazaron con que a la salida revisarían a todos los funcionarios, y quién llevara alguna fotografía o video tendría problemas con la ley. Nos preguntamos si también hicieron las mismas amenazas a las decenas de periodistas que estaban filmando y transmitiendo en vivo.


Afuera, un camión de la Universidad Nacional esperaba para trasladar el animal. Todos los oficiales salieron del parque dejando tras de sí una atmósfera de impotencia, de frustración y de tristeza.


Queda una gran tristeza en todos porque el animal ya estaba recuperado”


J.F.


Denunciar la injusticia

Según los medios de comunicación presentes, más de 65 oficiales de la Fuerza Pública, Tránsito y élite judicial participaron en el operativo. El Área Metropolitana quedó totalmente desprotegida y en el caos vial para transportar a un animal y someter a casi 30 “peligrosos” trabajadores de botas de hule, escobas, mangueras y escritorios, que no harían más que observar bajo la amenaza de las armas automáticas y la prepotencia policial.


Nos preguntamos ¿había necesidad de ingresar con armas de grueso calibre a un recinto pacífico y tratar a los trabajadores como los peores delincuentes del país, haciendo uso de la burla, la imposición y la amenaza?


¿No se podría haber cumplido cualquier medida administrativa sin un circo mediático y hacer gala de fuerza militar -que nos vanagloriamos de no tener- al mejor estilo de los gobiernos autoritarios? Todo esto justo a pocos días de celebrar la abolición del ejército en Costa Rica, el 1 de diciembre.


Lastimosamente las autoridades del gobierno costarricense no tienen consciencia de que en esta institución trabajamos personas honestas, que no merecíamos ser tratados como narcotraficantes o sometidos a acoso y estrés, solo por figurar para las redes sociales y la manipulable opinión pública.


Heridos en nuestra dignidad, enfermos y humillados, queremos dar a conocer estas verdades al pueblo de Costa Rica.


Trabajadores de la Fundación Pro Zoológicos


 

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